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Restaurante de una zona de playa a las 22 horas. En la mesa de al lado están sentados un hombre de unos cuarenta y tres años, otro de setenta, un niño de ocho y una mujer cercana  a los sesenta y cinco años.

-Quiero la pizza con doble de queso- Reclama el niño- La mujer le mira y le pregunta si se la va a comer entera- Sí, la quiero para mí.- Así que mientras el niño bebe una gaseosa espera impacientemente su pizza con doble de queso. El hombre, que parece ser su padre, habla poco y son la pareja más mayor los que interactuan con el niño, sobre todo la mujer, preguntándole lo que había hecho con tal amigo o con aquel, que al día siguiente le pensaban regalar X, si estaba contento,etc. Derrepente suena un teléfono y el niño lo coge mientras mastica y se pone a hablar.

-Estamos cenando..Sí hoy he ido a la playa y los abuelos me han regalado una gorra de baloncesto- La conversación no llega a un minuto y el niño cuelga el teléfono móvil y sigue estirando el queso. La cena transcurre sin prácticamente hablar entre el hombre de mediana edad y su hijo. Al cabo de media hora piden la cuenta al camarero, el señor mayor paga,  se levantan y se van. En el plato del niño todavía queda más de media pizza reseca.

Hace unas semanas contemplé esta escena. Por deformación profesional observé lo que acontecía y pude intuir; un hombre  separado o divorciado con un hijo con el no suele vivir y que se va de vacaciones junto a los abuelos paternos. El niño lleva un móvil lo que me hace pensar que la relación entre los padres pueda ser algo distante, ya que a frecuentemente hay adultos que llaman al otro progenitor para hablar con el hijo y evitan que un menor de ocho años vaya con un móvil.

Pero quizás lo que más me llamó la atención fue la escasa comunicación y expresión afectiva entre el padre y el niño, además de su indulgencia ante lo que el segundo quería. Percibí cierta permisividad y falta de confianza y seguridad en la relación para educar.

A menudo aquellos progenitores que pasan poco tiempo con su hijo/a, cuando tienen la oportunidad de estar juntos unos días desean estar lo más cómodos posibles, entendiendo como mejor, que el niño no provoque rabietas, conflictos y que sea un tiempo plácido y cómodo para ambos. Además hay a muchos adultos que les genera tensión dicha situación porque no se ven cómodos o seguros con cómo tienen que actuar con su hijo/a. Aunque en un periodo como el veraniego se puede ser más flexible, se sigue siendo padre y/o madre por lo que los patrones educativos deben mantenerse, fortaleciendo una serie de hábitos necesarios como son los relacionados con horarios, alimentación, higiene, valores, etc.

A corto plazo podemos augurar que un niño o niña podrá ser más fácil de llevar si se le permite lo que desea hacer, comer y ver en la televisión. Pero volviendo al anterior ejemplo este niño en esa cena aprendió que puede pedir lo que desea y dejárselo si quiere. ¿Qué interioriza entonces?  Puedo desear lo que quiera porque me lo van a conceder, no me dicen que no. Si hay algo que no me convence siempre puedo tirarlo porque solo pienso en lo que deseo o quiero yo. Base educativa muy pobre que refuerza el ser caprichoso y poco responsable de los actos que hago. Se educa desde muy pequeño y en todos los contextos. La sociedad a menudo frustra y golpea con respecto a lo que deseamos como para creernos únicos o protegidos continuamente.

El tiempo de verano no es el “todo vale”. Es una espacio maravilloso para el juego, compartir gustos, paseos, caminatas, deporte, aprendizajes desde más formales (escritura, lectura, etc) como los informales (ver elementos de la naturaleza, animales, oficios, etc…). Acércate a lo que le interesa a tu hijo/a y muéstrale lo que te guste a ti y compartirlo aunque no sea en la misma intensidad o nivel. Podréis conoceros de una forma mucho más profunda y real y si no te sale siempre puedes consultar a un psicólogo u orientador familiar. Es normal que te puedas sentir inexperto o inseguro/a en algunas cuestiones cotidianas pero siempre digo lo mismo; se aprende. También es importante poder tener una cierta base común entre los progenitores; al menor le puede confundir mucho que en una casa no tenga por qué lavarse todos los días o cepillarse los dientes o comer lo que le apetezca y en otra sea todo lo contrario y repito lo que señalaba anteriormente no se es padre porque sea algo cómodo.

Esta es la diferencia entre aprovechar y disfrutar el verano fortaleciendo la relación que se tiene con el hijo, o simplemente pasar el rato con la única motivación de que pase. Tienes muchísimo que mostrar y compartir tuyo en estos días y aprender de tu hijo/a . No lo evites o desaproveches.

www.akanapsicologia.com                                                        

 Alejandra Luengo

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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