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La dependencia emocional tiene muy mala publicidad dentro de nuestra sociedad donde todos queremos ser independientes, autónomos y autosuficientes, porque de hecho es el mensaje que recibimos de cómo tenemos que ser.

Pero negar la dependencia emocional es como negar la realidad de las relaciones personales, ya que en cada relación que establecemos se genera un tipo determinado de dependencia y un grado mayor o menor de la misma.

Imaginemos un recién nacido que no dependiese emocionalmente de una figura protectora y cuidadora, sería imposible su supervivencia. Pensemos también en una persona anciana que no depende emocionalmente de los demás, ocurriría lo mismo.

Un adulto totalmente independiente es sinónimo de patológico. Sería una persona que viviría de forma solitaria y que estaría en unos años abocado a la muerte, cuando no pudiese valerse por sí mismo.

En realidad  la dependencia emocional es un hecho ya que lo habitual es que al establecer vínculos generamos pseudomandatos de «cuidado» y responsabilidad. Una pareja que decide tener un bebé establece esa dependencia, unos hijos que ven a sus padres envejecer sienten dentro de sí la necesidad de cuidar, estar y proteger, como lo hicieron sus progenitores cuando ellos eran pequeños, un miembro de la pareja cuida al otro cuando está enfermo o lo necesita y viceversa, eso es lo que llamamos dependencia emocional sana.

A lo largo de nuestra vida cambiamos el tipo de dependencia emocional, de ser cuidados a cuidar, de recibir a dar, dependiendo unos de otros en una interdependencia social sana dónde unas veces damos y otras recibimos.

En la dependencia emocional lo importante es valorar el tipo de relación que se construye. Un bebé va a ser innecesariamente dependiente durante un tiempo pero poco a poco y a medida que vaya reforzando su autonomía lo será menos, una persona mayor será más o menos dependiente, pero cuando hablamos de dependencia emocional patológica nos referimos a esas relaciones que se construyen y se mantienen longitudinalmente desde la asimetría.

Entonces ¿Qué pasa si la dependencia emocional o lo que podemos llamar interdependencia sana no se da y en cambio se genera una dependencia donde no se es capaz de evolucionar en la relación? Ahí podemos encontrarnos padres muy buenos con bebes pero con imposibilidad de dar espacio a un adolescente queriendo que siga dependiendo de ellos, generándose así adultos que lo son en edad pero no en capacidad de autonomía y que no saben establecer relaciones adultas sanas, sino dependientes.

Realizando un acercamiento a los diferentes tipos de adultos con problemas de dependencia emocional podemos encontrarnos:

  • Los que buscan ser cuidados a toda costa, dominar y seguir siendo  como niños a los que hay que estar permanentemente observando, sino se sienten traicionados, por ello tienen que controlar de forma directa o indirectamente a la otra persona y a la relación. Son dependientes dominantes y no han podido crecer dentro de su familia de origen como personas independientes.
  • Otros adultos que lo único que hacen es someterse y buscar cuidar y satisfacer al otro como una forma de legitimar su autoestima. Este tipo de personas es fácil que puedan caer en relaciones abusivas. Posiblemente ya eran muy dependientes de su familia de origen y lo reproducen con su pareja. Son dependientes sumisas.
  • Aquellos que huyen de cualquier tipo de relación personal por miedo a ser «engullido» o «atrapado» por la otra persona, evitando cualquier relación de intimidad.

En los tres casos se establecen relaciones dañinas, patológicas y con un gran coste personal y psicológico donde se observa frecuentemente un miedo desproporcionado al rechazo y al abandono por parte de la otra persona.

En las relaciones a medida que vamos creciendo se tiene que establecer un equilibrio entre autonomía e intimidad, si no se da se tiende a una relación donde cada uno va por su lado sin preocuparse por el otro, o en el extremo contrario una relación de fusión donde se impide el desarrollo y autonomía personal. Las diferentes relaciones que establecemos tienen que tender a la horizontalidad y no a la verticalidad de dominación-sumisión.  Las relaciones sanas se construyen con personas que han desarrollado la capacidad para estar solos y también la dede pod estar con los demás.

Por tanto la dependencia emocional es innegable ya que al vivir en sociedad y relacionados estamos de una manera necesitados de los demás. Todos dependemos pero se trata de depender de forma sana; la dependencia no tiene por qué ser esclavitud, dominación o subordinación, sino desarrollo perdopery conjunto.

 

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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