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El aumento del suicidio no se muestra en cifras. Tradicionalmente el suicidio ha sido un tema tabú a nivel social, siendo ocultado por medios y organismos, por miedo a que generase un efecto de repetición en la sociedad, lo cual ha supuesto que muchas personas hayan sufrido o muerto sin haber sido acompañadas.

No hay que dejar de lado, que la persona que siente desesperanza e ideaciones suicidas siente que no puede con tanto sufrimiento y no encuentra salida por lo que el poder hablar y ser acompañado disminuye la probabilidad del suicidio.

El suicidio no solo es el hecho de matarse, sino que lleva un proceso que comienza mucho antes y que de ser abordado evitaría mucho dolor para la persona y su entorno. No hay que obviar que por cada muerte por suicidio, hay afectadas una media de seis personas, de manera directa o indirecta.

La conducta suicida tiene que ver con todo aquello que se asocia con la idea de pensar en el suicidio; deseos, pensamientos o la planificación detallada del cómo hacerlo. La persona no tiene por qué querer morir, sino que lo que desea es acabar con su sufrimiento y no ve otra salida, porque se encuentra en un túnel del que no ve otra escapatoria. Esa mezcla de emociones intensas llenas de negatividad, junto a la desesperanza permiten que se desarrollen planes más o menos meditados para cometer un suicidio.

Pandemia y Suicidio

Desde que comenzó la pandemia el agravamiento de la Salud Mental ha sido evidente y el aumento del suicidio, así como los intentos y las ideaciones suicidas probablemente también. Los ingresos en urgencias no han dejado de repetirse y las urgencias psiquiátricas se han visto desbordadas a menudo.

El problema es que las estadísticas que tenemos no son muy fiables y las últimas cifras que se tienen medianamente concretas son del 2019, por lo que hay que esperar a la actualización de las mismas, pero hay diversos indicadores que nos llevan a pensar en que se ha dado un aumento del suicidio.

Por ejemplo, el aumento de la búsqueda de atención psicológica privada en consulta ha llegado a superar el 70%, lo cual implica que las personas han tratado de buscar apoyo, pero la atención desde Salud Mental no ha respondido, dejando a pacientes sin asistencia psicológica durante meses, generándose una intensificación de la sintomatología psiquiátrica: ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de personalidad, adicciones, etc.

Todos los trastornos mentales se han agudizado; quien tenía ansiedad la han visto incrementada, quien era una persona más fóbica se ha aislado más junto con el sentimiento paranoide y por supuesto la depresión, que es un factor de riesgo para el suicidio, de igual forma que los trastornos límite de personalidad, de control de impulsos, de la conducta, el trastorno por estrés postraumático y los trastornos de la conducta alimentaria. Para muchas personas que no pueden disponer de un recurso privado de atención psicológica y psiquiátrica la falta de ayuda ha sido evidente.

Aunque la edad donde se cometen más suicidios es entre los 40 y los 59 años, la alteración de la salud mental de los adolescentes en la pandemia ha generado que se dé un aumento significativo de las urgencias con un agravamiento de los trastornos de conducta alimentaria y un aumento de casos de ansiedad, alteraciones obsesivo-compulsivas, depresión, autolesiones e intentos de suicido. (AEP).

Además la pandemia nos ha arrebatado la libertad, la sociabilidad que teníamos antes y la capacidad de control, característica de la sociedad occidental, lo cual ha implicado que la persona sienta un mayor nivel de aislamiento y soledad. Esta situación mantenida en el tiempo en todas las personas nos ha afectado en mayor y menor medida, pero en aquellas con sintomatología psiquiátrica que sienten soledad y que no comparten sus ideaciones suicidas por el tabú, el estigma y el miedo a la falta de comprensión agudiza el sentimiento de aislamiento en su propio túnel, con una sensación de bloqueo.

En éste año y medio de pandemia se han dado aspectos que precisamente incrementan el riesgo para el suicidio: el aislamiento, la falta de comunicación, la sensación de que no hay mejora, la inestabilidad e incertidumbre, el sentimiento de soledad, genera agravamiento en la sintomatología psiquiátrica y que la persona sienta impotencia, angustia y un malestar tan elevado del que cree que no puede salir.

Esta suma de factores conlleva a que se pueda pensar que el suicidio es la única puerta de salida; aunque realmente es una «puerta engañosa», ya que detrás de ella no hay ninguna alternativa, sino la muerte. La persona que se suicida siente que termina con un sufrimiento, un dolor emocional, un sentimiento de vacío y de sin sentido al que no siente que puede hacer más frente.

Prevención del suicidio, no solo es de Salud Mental

Por eso es clave medidas de sensibilización, información y concienciación que visibilicen el problema del suicidio como un problema de salud pública, no de Salud Mental, ya que afecta a diferentes cuestiones de la sociedad, mucho más allá de la mental y es clave que las personas las puedan comunicar sin necesidad de sentirse juzgados o maltratados.

La persona que siente que el suicidio es la única salida tiene que sentirse comprendida por las personas de alrededor; nadie está hablando de aceptar el suicidio como salida, pero sí de entender que la persona sienta desesperanza, malestar y dolor. Si no nos acercamos a las emociones que vive la persona nos alejamos y no ayudamos; seamos profesionales de referencia, familiares o amistades.

El padre, madre, pareja, amigo, hijo que escucha a una persona querida que no quiere vivir es normal que sienta pánico, angustia y sensación se desbordamiento, por eso necesita ser acompañado profesionalmente en cómo poder ayudar de la mejor manera, pero por supuesto sin callarlo u ocultarlo. Es una forma de prevenir que permite que se eviten muertes y sufrimiento innecesario.

A menudo las personas, seamos profesionales o no, nos asustamos ante la perspectiva del suicidio, dejando de escuchar y tratando de intervenir a toda costa, o dar soluciones fáciles que para la persona se anime. Esto es perjudicial para la persona que piensa en el suicidio como alternativa, ya que cualquier acción que para otra persona sería irrelevante le resulta irrealizable o con tal necesidad de esfuerzo que es inviable planteárselo, ya que lo que le devuelve es un mayor sentimiento de incapacidad.

Los pasos pueden ser pequeños, pero tiene que ir encaminados a un entendimiento, verbalización y comprensión de lo que se siente. Por ejemplo, una paciente que en el pasado tuvo dos intentos de suicidio comentaba el otro día que sintió ganas de acabar con su vida y se fue a urgencias, aspecto que habíamos trabajado en consulta como una manera de reaccionar diferente frente a esa angustia y sentimiento de impotencia.

Ya es un cambio, un aparente pequeño paso que conlleva un importante avance, mostrando recursos alternativos para poder hacer frente a esa ansiedad y malestar.

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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