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La custodia compartida es un gran avance con respecto a las medidas que antiguamente se realizaban, cuando una pareja se separaba y una de las partes tenía una presencia muy limitada en la vida de su hija o hijo. Frecuentemente padres que no veían a sus hijos más de un día o dos a la semana configuraban una paternidad bastante complicada; primero porque no asumían la responsabilidad que les correspondía y segundo porque la relación con sus hijos se veía «enfriada» y en muchos casos deteriorada, acabando por ser prácticamente nula.

A partir de ahí la custodia compartida implica una corresponsabilidad por parte de los adultos y una búsqueda de tiempos equitativos para las dos partes, lo cual es en principio muy adecuado para el niño o niña ya que se asumen de una forma mucho más equitativa derechos y obligaciones, pero la custodia compartida muchas veces dista de ser la mejor opción, veamos por qué.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta cuando existe una ruptura es pensar en el mayor bienestar del menor y eso lo configura la necesidad de una estabilidad, por tanto la custodia compartida tiene que partir de la base de dar un equilibrio al hijo o hija y no todo lo contrario, como muchas veces sucede.

Si partimos de una relación entre los adultos muy deteriorada va a ser muy difícil que se pueda llevar  a cabo la custodia compartida ya que cada mínima decisión que vaya a necesitar ser consensuada por las partes,y en la custodia compartida esto sucede de forma continua, tiene mucha probabilidad de suponer un problema con el otro. Padres se va a ser toda la vida, se va a necesitar dialogar mucho y mantener una actitud flexible, no confrontativa, sino cooperativa y si esto no existe entre las partes la custodia compartida es inviable, empecemos por ahí.

La custodia compartida tiene diferentes modalidades; que sean los padres los que tengan viviendas diferentes y sean los hijos los que se muevan o que sean los padres los que salgan y entren turnándose semanal o quincenalmente la vivienda. La idea de seguir compartiendo una casa con la ex pareja es muy arriesgado y los conflictos normalmente afloran y suponen un desgaste enorme en la relación entre los progenitores y para los hijos.

Como recomendación, aunque en realidad es un mayor coste económico, si se puede mejor que cada adulto tenga su vivienda donde poder establecer sus normas, rutinas, espacio y demás valorando el mayor bienestar para el hijo e hija.

En torno a todo ésto para una custodia compartida es necesario que las viviendas de los adultos no estén muy alejadas. Se trata de mantener el máximo de las rutinas para el hijo o hija y si los hogares están muy separados los hijos se van a ver muy afectados por ello; demasiados desplazamientos, tiempo, etc.

La custodia compartida implica una corresponsabilidad por parte de ambas partes. Si uno de los adultos ha ignorado o no ha mantenido una presencia e implicación responsable en la vida del menor, ¿lo va hacer ahora? Hay muchos padres muy implicados a la hora del cuidado de los hijos y que relatan su necesidad de seguir cuidando de sus hijos, pero hay otros que desean lograr una custodia compartida para no tener que pasar una pensión a su ex por su hijo y lo que interesa es el aspecto puramente económico. Respecto a este tema volvemos al aspecto que se señalaba anteriormente, ¿Qué es lo mejor para los hijos? Si el tener a los hijos semanalmente va a suponer que de forma constante los dejes solos o con los abuelos para irte de fiesta, no tener en cuenta sus actividades rutinarias o actividades extraescolares posiblemente estás pensando más en ti y en tus cuestiones económicas que en tus hijos y en su bienestar.

La edad de los hijos es un aspecto a tener en cuenta ante la custodia compartida. Si hay un bebé que está lactando y que requiere de una presencia adulta estable, la custodia compartida va a dificultar mucho el que pueda mantener esa rutina y estabilidad que es necesaria. Consultar con un especialista neutral y ajeno suele ayudar a tomar la decisión sobre qué es lo más adecuado, pues posiblemente el momento de la opción de la custodia compartida tiene que retrasarse por un tiempo. En la consulta frecuentemente lo que favorecemos es que estos aspectos se puedan revisar sin que queden establecidos como algo definitivo.

Para llegar a una custodia compartida lo mejor es que se logre a través del consenso. La mediación familiar es de gran ayuda si ambas partes están dispuestas y preparadas para establecer un diálogo sobre el futuro de los hijos. No suele ser común que en el juzgado se promuevan las custodias compartidas si se valora mucha conflictividad por parte de los adultos, lo cual es lógico dado que la ley lo que trata de hacer es proteger a los menores. De igual manera si desde el juzgado se valora que el acuerdo al que han llegado los progenitores perjudica mucho al hijo lo pueden revocar.

Muchos hombres y mujeres necesitan durante el proceso de ruptura de pareja un acompañamiento psicoterapeútico que les puede ir ayudando a tomar las decisiones con respecto a su vida y la de sus hijos no cargada de rencor, odio, malestar o querer dañar al otro, sino desde el mayor bienestar para los hijos. La ruptura de pareja frecuentemente saca lo peor de la persona mediante deseos de venganza, de querer «ganar» y que el otro salga perdedor,etc. Nos olvidamos en ese momento que en esa batalla los hijos se quedan en un segundo plano. Poder acompañarse por un profesional de forma individual en ese periodo puede resultar de gran ayuda para ambos y para las decisiones que van a tomar.

Para terminar sí señalar que una custodia compartida bien llevada por adultos estables y responsables permite que los hijos crezcan con la visión de dos padres que se responsabilizan, les cuidan, se interesan por ellos, saben de su vida, se preocupan por todo lo relacionado con su vida, son capaces de dialogar, mantienen sus rutinas y su mayor bienestar, etc.

Por otro lado a través de una buena custodia compartida los adultos ganan en poder equilibrar las responsabilidades, tener más tiempos personales, lo cual no sucede en las custodias únicas donde una de las partes asume la mayor parte de la «carga» sin poder disponer de espacios individuales que son muy necesarios. Además el autoconcepto y autoconfianza como padres mejora ya que son personas que pueden estar presentes en la vida de sus hijos sin la guillotina de los tiempos.

 

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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