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Que el divorcio empobrece no nos tendría que extrañar ya que todo el patrimonio que ha ido acumulando una pareja a lo largo del tiempo se tiene que dividir en dos si están en régimen de gananciales, que es lo más frecuente.

Hace unas semanas salía una noticia en el periodico nacional El País que alertaba sobre el empobrecimiento de la clase media y clase media alta debido a las separaciones y divorcios.

Es como para pensárselo, ¿verdad? La realidad es que hay en muchas parejas donde la convivencia resulta imposible y no ven otra alternativa que el divorcio como una manera de poder dejar atrás una relación que ya lleva más o menos tiempo no siendo nada satisfactoria. Muchas de esas parejas tienen un nivel adquisitivo medio o medio-alto donde es planteable el disolver la relación. En las parejas donde la economía es baja el divorcio frecuentemente no es posible, siendo el empobrecimiento parte de su identidad. En general no les queda más remedio que la resignación de aguantar, con el coste personal y de salud física y psicológica que implica.

Los últimos datos del INE sobre este aspecto que datan de 2016 señalan que en ese año se dieron 101.294 casos de nulidad, separación y divorcio, representando los divorcios el 95,6% del total, las separaciones el 4,3% y las nulidades el 0,1%.

Cuando se llega a un divorcio se han dado muchos pasos, algunos pequeños y otros grandes que han llevado a esa situación. Uno no se levanta un día y dice «ya no te quiero» sino que hay muchos aspectos que han llevado a tener la sensación de no aguantar al otro y que lo que le pasa ya da igual, donde la relación se ha deteriorado tanto que cuesta creer que en su momento pudo existir el amor.

Muchas parejas acuden a terapia de pareja cuando la relación ya está colgando de un fino hilo y las posturas muy enfrentadas, lo cual implica que las posibilidades de la psicoterapia sean muy limitadas porque en realidad permanentemente se encuentra el camino de la ruptura como el elegido.

Pero en este post vamos a centrarnos en la realidad del coste que supone el divorcio y eso está totalmente determinado por el tipo de divorcio que se va a tener. Por un lado tenemos parejas que logran con mucha dificultad y esfuerzo llegar a un acuerdo a través de por ejemplo la mediación familiar, es decir deciden ellos los aspectos de liquidación de gananciales, la custodia de los hijos y los aspectos económicos. Es verdad que la mediación es un proceso difícil y duro, pero si se puede hacer ahorra mucho dinero y grandes quebraderos de cabeza. Frecuentemente muchas personas mientras realizan la mediación familiar solicitan psicoterapia individual, lo cual implica un autocuidado importante y una forma de enfocar las cosas no desde la ira, rabia, sino de ir fortaleciéndose a la hora de tomar decisiones, claridad mental y poder tener un enfoque menos contaminado por el deterioro de la relación.

El acuerdo de mediación que se logra se puede llevar a un profesional de la abogacía que lo convierte en convenio regulador y se presenta en un juzgado si se desea dar validez jurídica. Hay otras personas que lo trasladan a un notario fijándose como un mero acuerdo privado. En este proceso estamos hablando de unos 600 euros de coste de pago a los profesionales correspondientes.

Pero por desgracia esta vía no suele ser la más utilizada. Lo más frecuente es que cada parte coja un abogado y empiecen las negociaciones más o menos fructíferas. Ahí, como se describe en la noticia, los gastos pueden ir por un mutuo acuerdo de los 2.000 a los 4.000 euros, mientras que si se va a un contencioso el precio puede suponer fácilmente 10.0000 euros y a más conflicto más gastos para señalar que no se está de acuerdo, demostrar lo mal que lo hace el otro; como madre o padre, que si miente sobre su patrimonio o ganancias,  etc.

En el siguiente gráfico fuente del INE se muestra cómo las rupturas llevadas a cabo por mutuo acuerdo son más breves que los contenciosos que llegan a durar casi un año, con el coste a todos los niveles que supone.

Cuando los profesionales observamos el ciclo en el que se acaban metiendo estas personas y el coste tremendo económico, pero sobre todo familiar que supone, intentamos frenar como podemos ese fuego que arrasa con todo; patrimonio, hijos y los propios adultos. Esto a veces resulta imposible porque las partes están más centradas en la lucha y no pueden ver más allá.

Las principales dificultades que nos encontramos son por los aspectos de los hijos, que muchas veces por desgracia están relacionados con los aspectos económicos y respecto a ésto la pensión de alimentos. Es en el tema económico donde desgraciadamente suele haber más problemas y conflictividad. En las familias donde hay un alto nivel adquisitivo ésto no suele ser tan confrontativo porque hay mucho y aunque se divida va a seguir habiendo gran cantidad. En las familias de clase media donde se tiene una o dos casas, donde se llega a fin de mes pero con pocos caprichos, donde el sueldo es el que es, cuando aparece el divorcio se generan todas las defensas respecto a dividirlo.

En un divorcio contencioso hablamos de pérdida económica, personal pero sobre todo de tiempo. El tiempo ante un divorcio vuela y se pierde. Quita espacio para trabajar, para poder centrarse en lo que se hace, tiempo de descanso, de disfrute, de salud, etc. Se vuelve una obsesión que acaba acaparando todo y a todos y las personas implicadas no se dan cuenta. Los hijos suelen quedar de lado, meros observadores de una situación que se ha ido de la manos.

La realidad es que un divorcio va a empobrecer, pero es una oportunidad para finalizar una relación sentimental que frecuentemente ya no tiene sentido. Lo más triste es que en muchísimas ocasiones lo que sucede es que uno pierde sustento económico pero se permanece luchando con la otra persona. Así que si nos ponemos a pensar esto es un gran fracaso; se ha perdido aspectos económicos pero por otro lado se sigue en la pelea con el otro, no ganándose ninguna libertad ni sensación de satisfacción.

En la consulta ésto se percibe frecuentemente. Hijos que vienen con problemas emocionales y la causa no es exclusivamente el divorcio, sino el CÓMO se está haciendo, adultos deprimidos, con altos niveles de ansiedad, problemas laborales y deterioro personal, etc.

La pregunta es : ¿Merece la pena un divorcio? Por supuesto que muchas veces es el mejor camino para poder disfrutar, ser más padre o madre, ganar libertad y espacio propio, que los hijos puedan vivir en un ambiente de mayor armonía y estabilidad, pero ante la pregunta de si merece la pena un divorcio contencioso la respuesta es rotundamente NO, el coste es demasiado alto a todos los niveles.

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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