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La impulsividad es un rasgo de personalidad que nos lleva a actuar de forma automática y muchas veces poco analizada. Es una parte de nuestro carácter que no tiene por qué ser negativa, pero que en muchas ocasiones lo es, porque al actuar de forma poco analítica puede conllevar una serie de consecuencias negativas. Pongamos por ejemplo que dos personas se gustan, si derrepente hay uno que besa a otro porque tiene un gran deseo de hacerlo resulta positivo y agradable para ambos.

Pero la impulsividad puede ser un rasgo psicopatológico. Personas que golpean a otros ante un conflicto, que se hacen daño a sí mismos o que tratan de suicidarse porque sienten que no pueden controlar la situación, son víctimas de su impulsividad generando descontrol y efectos negativos y perniciosos sobre uno mismo o sobre los demás.

La impulsividad genera que las consecuencias de nuestros actos puedan ser muy negativas, hasta como hemos señalado anteriormente las conductas impulsivas pueden desencadenar la muerte.

La impulsividad es una característica de los Trastornos de Personalidad; por ejemplo con los atracones de comida, cortarse, golpearse, sobreingesta de pastillas, etc

Para que se dé la impulsividad podemos hablar que hay una falta de premeditación y que no hay unos filtros que hacen que puedan frenar la conducta problema, generándose como si un coche bajase una cuesta empinada sin frenos.

La cadena que se genera para tener una conducta impulsiva va marcada por diferentes factores que se interrelacionan. Para explicarlo de una manera más clara, una conducta no sucede así como así, sino que para llegar a ese comportamiento la persona ha interpretado algo, ha pensado y ha sentido determinadas cosas y al final ha llegado a actuar de forma más o menos impulsiva.

Pongamos un ejemplo, A está en una relación de pareja con B y esa persona se pone a hablar con C que se ha encontrado en la calle. A, de forma sesgada por su historia personal, empieza a pensar que B no le está haciendo caso, que no le quiere y que le está tratando mal, por lo que comienza a sentir una gran ansiedad y enfado que siente que no puede pararlo y que cada vez se va incrementando hasta sentir que está tan furiosa, lo que le lleva a irse gritando y cuando llega a casa se come tres barras de pan.

Analizando el anterior ejemplo, A está interpretando lo que sucede de forma sesgada y radical, sin dar posibilidad a hacer un análisis de su forma de pensar, dándose una falta de registro sobre lo que sucede y haciendo todo de forma automática. Por lo tanto no se da un análisis de lo que pienso, siento y por qué lo hago, a lo mejor por mi propia historia de familia y pareja, acabando solo actuando, sin frenar y teniendo conductas descontroladas. Hay una distorsión en mi forma de pensar que hace que perciba la realidad de una forma sesgada y muchas veces incorrecta, lo que hace que tenga un pensamiento extremo y radical. Esto conlleva que se dé una excitabilidad neuronal y que emociones como la rabia o la ira se descontrolen, y al no realizar una parada de lo que estoy pensando o sintiendo, es como un torrencial que me lleva por delante, actuando sin pensar y generando consecuencias muy negativas. La baja tolerancia a la frustración es un factor clave en la impulsividad ya que al sentir que no se puede aguantar algo que sucede se valora que la única manera posible de solucionarlo es actuando.

Por tanto la impulsividad puede derivar en que acabemos teniendo más problemas de los que la vida en sí nos depara; adicciones, pérdidas de trabajo, rupturas de pareja, violencia hacia los otros, problemas en las relaciones, etc. Todo esto nos complica mucho la vida y puede acarrear por tanto consecuencias nefastas y una permanente inestabilidad afectiva.

Por ello, es imprescindible poder realizar un trabajo personal de análisis, que profundice en mi historia, mi manera de valorar la realidad, la intolerancia a la frustración, la forma de poder reconducir mis emociones y que no me sienta preso de la impulsividad. Manejar nuestra impulsividad nos permite poder hacernos una vida mejor y más fácil, que de eso se trata.

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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